
Escrito por: Eurlando Chamilco Sanabria
El hombre capitalista contemporáneo, en su desmedida ambición por la ganancia y la utilidad empresarial, ha ingresado con su alta tecnología, al campo de la genética para crear alimentos que tienen apariencia natural, pero con su estructura modificada profundamente, son los llamados alimentos transgénicos. Ello propicia un alarmante porcentaje de reacciones alérgicas e inflamatorias, que favorecen un ambiente interior precanceroso.
Antes del siglo XX, la agricultura y la civilización florecieron y subsistieron de forma natural y armoniosa. Se seleccionaban las semillas para mejorar los cultivos. Asimismo se hacían injertos que de manera natural y respetando los ciclos de la vida, daban como resultado variadas clases de alimentos, sin perder su calidad orgánica y vital. .
Después de la primera guerra mundial, las nuevas tecnologías prometían mejores cosechas, mayor producción, precios más bajos y una mejor oferta. En las décadas siguientes la producción, efectivamente, aumentó pero el monocultivo que este sistema propiciaba, creó un vacío ecológico que insectos y enfermedades aprovecharon para debilitar el ecosistema, de tal manera que los agricultores dependen en gran medida de pesticidas, herbicidas y fertilizantes, aumentando los costos y enfermando a la tierra, contaminando el agua y, sobre todo, atentando contra la salud del hombre y del planeta.
Las corporaciones capitalistas transnacionales quieren el poder de poseer y controlar las especies del planeta. Por eso patentan todo lo que pueden. Prácticamente la industria plaguicida compró a la industria de las semillas. “Quien controla las semillas controla los alimentos”. … ¡Negocio redondo!
El argumento de las corporaciones es, que la biotecnología para producir alimentos no es nueva, hace muchos siglos que los seres humanos hemos usado la levadura, un organismo viviente, para que el pan crezca; se han usado fermentos para la cerveza y el vino, por lo tanto no es nada nuevo. Pero esto es mentira porque la ingeniería genética violenta e invade a la célula, por ejemplo, han puesto un gen de pez dentro de un tomate para que resista al frío. ¿Acaso esto es natural?. Otra cosa es el injerto, que el agricultor manipula para que la naturaleza se encargue de hacer su trabajo de crear diversidad, no todos los injertos que el hombre propone son aceptados por la naturaleza.
Hoy sabemos que los genes funcionan en conjuntos complejos y que un gen puede influir sobre varios rasgos físicos. El maíz Star Link es un maíz genéticamente modificado, no aprobado para consumo humano, sin embargo se vende en los mercados sin ninguna restricción.
El 75% de los europeos no quiere alimentos transgénicos en Europa, exigen el etiquetado. Las corporaciones combaten el etiquetado por una razón; no se trata sólo de la opción que se le daría al consumidor, sino que con el etiquetado se podría rastrear los efectos sobre la salud de estos transgénicos. Se haría un banco de datos y se responsabilizaría a estas transnacionales.
México ha prohibido el cultivo de maíz genéticamente modificado para preservar su cultura, defiende la biodiversidad de sus cultivos. La Unión Europea, Japón, Indonesia e Islandia también se oponen a los ingredientes genéticamente alterados.
Los cultivos genéticamente alterados no acabarán con el hambre y que más bien causarán hambrunas y muertes masivamente. Lo que necesitamos es una mejor distribución de las riquezas y las cosechas en el mundo.
Felizmente la revolución genética ha originado una contrarrevolución a favor de la vida, de la salud, de lo natural. Comer es una de las cosas más íntimas y placenteras que hacemos y si no tenemos opciones es preocupante. Si como las transnacionales dicen que el consumidor es el Rey del mercado, les respondemos que no queremos ir por donde ellas nos llevan, nuestros hijos no son ratas de laboratorio.
Pensamos que el regreso a la agricultura orgánica es la solución frente a la crisis agrícola que se ha creado. Tenemos que respetar la lógica de la naturaleza, los milenios de experiencia en agricultura. Esto representa el trabajo de miles de generaciones que seleccionaron las mejores semillas y que ahora nadie puede decir que es de su propiedad. Debemos regresar al sistema agrícola que tomaba en cuenta la relación ser humano Madre Tierra. En donde la diversidad de cultivos nos proporcione alimentos orgánicos saludables. Mientras esperamos ese momento, debemos propiciar ferias ecológicas en cada distrito, donde se vendan productos orgánicos garantizados.
Sobre todo llamamos a la reflexión a las Autoridades de las zonas rurales y Comunidades Campesinas en no abandonar sus tierras y la agricultura natural que produce alimentos orgánicos para una salud óptima.
UN APORTE DE INVESTIGACIÓN DEL CENTRO NATURISTA “LAKSHMI”
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